Apocalipsis digital

Se está construyendo un marco cognitivo que ve la sociedad posindustrial como una distopía. No es así. Las potencialidades de las nuevas tecnologías para mejorar nuestras vidas son inmensas. Solo hay tres premisas para configurar un humanismo tecnológico: educación, justicia social y economía sostenible.

Tecnología quiere decir arte, oficio o destreza. Por lo tanto, no es una cosa sino un proceso, una capacidad de transformar o combinar algo ya existente para obtener otra función.” La tecnología comienza con la historia de la Humanidad, desde que se frotaron las primeras piedras para encender el fuego o se hizo la primera rueda para transportar la carga. Incluso, desde que los primeros grupos humanos dibujaron en las cuevas sus representaciones y comenzaron a negociar significados. El desarrollo de nuestra capacidad simbólica, junto con la cooperación masiva, como decía Harari en su libro Sapiens, nos ha llevado a la conectividad en la que ahora estamos inmersos.

Una de las corrientes de la teoría de la comunicación, la Escuela de Toronto, planteaba ya hace mucho tiempo que los sistemas de información y comunicación condicionan la organización social. Al final de la Edad Media, el monopolio del saber pasó del clero a la burguesía con el desarrollo de la imprenta y cambió la sociedad, dando lugar, con el paso de tres siglos, a la Revolución francesa y al final del Antiguo Régimen.

A esa cultura ilustrada de la Galaxia Gutemberg le tomó el relevo la Aldea Global a partir del desarrollo de los medios de comunicación de masas (radio, cine, televisión), como explica McLuhan en Understanding Media: The Extensions of Man. En la era electrónica se produce la extensión de nuestro sistema sensorial gracias a los medios electrónicos.

La obra de McLuhan es anterior a internet, al igual que Apocalípticos e Integrados de Umberto Eco, en 1964. En aquellos tiempos, ya se veía que los académicos e intelectuales adoptaban dos actitudes: unos recelaban de la cultura de masas, otros la aceptaban, apocalípticos e integrados, respectivamente. Tecnófobos y tecnófilos ocupan parecidas posiciones en la actualidad con respecto a la sociedad posindustrial. Un elemento central de nuestra cultura actual es la Wikipedia. Los apocalípticos denigran esta obra, acusándola de poco rigor; pero “te permite conocer de forma rápida y sencilla la generalidad de un tema para poder abordar con otras fuentes lo específico” (Rodríguez, 2015) y contiene menos errores que enciclopedias más prestigiosas.

Las características que definen el paradigma comunicativo actual son: digitalidad, hipertextualidad, reticularidad, multimedia e interactividad, como dice Scolari. La interactividad ha tomado últimamente la mayor relevancia con el desarrollo de ChatGPT. La aplicación de OpenAI no es el primer chatbot, pero sí está sustancialmente evolucionado y puede sustituir con ventajas a Google y a Wikipedia por su mayor «amabilidad» con el usuario. Apenas está empezando, pero ya es impresionante su procesamiento e imitación del lenguaje natural y el uso de algoritmos para almacenar datos, pendiente, eso sí, de revisión ética y legal.

Cambiará positivamente el sistema educativo porque, ¿para qué engañarnos?, este está obsoleto. No tiene sentido acumular datos (ni siquiera todos relevantes, sino tradicionales) y memorizarlos cuando nuestra memoria tiene ya una extensión fuera de nosotros (los dispositivos electrónicos). Como dice Alsina: “Vivimos en la época de la reflexividad, en la que se tienen que redefinir, renegociar, repensar muchos de los conocimientos que se han dado por sabidos.” La educación tiene que afrontar los verdaderos problemas y enseñar a usar el conocimiento para tareas relevantes con el único objetivo de mejorar el mundo y la vida de los animales humanos y no humanos dentro de un entorno saludable y hermoso. Usar bien un ordenador, las redes sociales o la inteligencia artificial no es desconocer a Kant.

¿Cuál es el verdadero peligro de ChatGPT? ¿Puede deshumanizarnos? ¿Puede hacernos más tontos? ¿Puede dejarnos indefensos ante un hipotético apagón digital? ¿Quitarnos trabajos? ¿Crear un mundo como Blade Runner? La retahíla de escenarios distópicos no tiene límites, pero los peligros de ChatGPT no están ahí. Sus peligros son: servir al mercado y no al progreso; aumentar la fractura social y no disminuirla; permitir el expolio de nuestros datos y mercadear con nuestra intimidad, tratándonos como objetos de lucro. Conquistemos esta nueva tecnología para el bien antes de que nos la arrebaten para el mal.

Se está construyendo un marco cognitivo que ve la sociedad posindustrial como una distopía. No es así. Las potencialidades de las nuevas tecnologías para mejorar nuestras vidas son inmensas. Solo hay tres premisas para configurar un humanismo tecnológico: educación, justicia social y economía sostenible. “Tecnología quiere decir arte, oficio o destreza. Por lo tanto, no…

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